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La amiga de mi hermana…

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Mi hermana insistió en que la acompañase a una barbacoa en casa de unos amigos suyos. No me apetecía mucho... pero esa tarde no tenía mejor cosa que hacer. 

Llegamos. Los anfitriones parecían cordiales en el trato. Él, de aspecto bonachón, locuaz... quizás algo dicharachero, no paraba de hablar (de esto, de lo otro) y de beber. Ella, más sobria, en todos los sentidos, y discretamente elegante… Sus brazos y piernas delataban la práctica no esporádica de algún deporte. Junto a ellos había otra pareja, que anunció que se irían tras los postres. Y así hicieron.

Ya solos, el anfitrión nos sirvió unas copas. Y con la primera, su energía cayó a cero: se tumbó en una hamaca que estaba al lado de la piscina y empezó a roncar. Mi hermana y la anfitriona prefirieron broncearse en las tumbonas. Así que yo... sin muchas más opciones, me zambullí en la piscina. 

Tras un par de largos... me apoyé en un lateral, con el resto de mi cuerpo en el agua, y escudriñé el entorno. El roncador no daba tregua... mi hermana tumbada boca abajo también parecía grogui... y la anfitriona... mmm... la anfitriona estaba recostada con el respaldo de la tumbona algo levantado... aplicándose bronceador en el perímetro de su escueto bikini rojo... y mirándome... muy fijamente. 

El cruce de miradas me produjo una leve erección... y lo que es más grave: provocó que la empezase a mirar como mujer... como hembra... Analicé sus curvas, sus labios... su vientre... la bisectriz de sus muslos... y se bloqueó mi mente con una sola idea. 

De pronto se levantó, y de un salto se zambulló en la piscina… Hizo un par de largos a toda la velocidad, cual sirena experimentada, y se detuvo justo enfrente de mi. Apoyó los codos en el borde de la piscina... y me miró.

Uff... no sabía qué hacer, si acercarme o quedarme (should I stay or should I go?). Y sin tiempo a resolver mis dudas, se echó hacia atrás, como estirándose, momento en el que pude ver de cerca toda su excitante y curvilínea anatomía delantera…

Pero si la delantera era bocatto di cardenale, la trasera, y nunca mejor dicho, era espectacular.

Tras secarse un poco, se dirigió al interior de la casa. Pero justo antes de entrar, se volvió hacia atrás y me miró; y yo a ella. Sutilmente ladeó un poco la cabeza, gesto que interpreté como una invitación a entrar. Haciendo fuerza con mis brazos, de un salto salí de piscina y la seguí, caminando con cuidado para evitar despertar al somnoliento anfitrión ni a mi dormida hermana. 

Entró en la cocina y se detuvo en el frigorífico. Me acerqué a ella, empapado aún, hasta rozar con mi pecho su espalda y con mi bañador sus nalgas; nalgas de las que pude certificar su dureza, lo cual no sólo confirmaba mi hipótesis sobre la actividad deportiva sino que acrecentaba mi erección... 

Rodeé con mis brazos su cintura, y dejé que mis manos se tomasen la libertad de explorar lo que se ocultaba bajo su bikini... Primero en la parte de arriba, donde amasaron la fortuna de sus tetas... y de sus pezones; y después abajo, donde encontraron El Dorado del placer...

Mientras la acariciaba, comencé a besarle el cuello... primero en la nuca... luego por un lado...  hasta alcanzar el lóbulo de su oreja... Mi lengua y mi boca dejaban una estela de saliva por su piel... que mi ardiente respiración dejaba al borde de la evaporación... 

Le susurré que era preciosa, magnética, que me gustaba, que me excitaba... y que quería follarla... Y con cada palabra, notaba su respiración se hacía más profunda, más intensa... haciendo que de su boca se escapasen unos gemidos nada imperceptibles... El temor a que esa incontinencia sonora alterase mis planes, me impulsó a girarla sobre sí misma, como si estuviésemos bailando, y que empezase a besarla en la boca...  mientras con mis manos, y sujetándola por las nalgas, la estrechaba aún más hacia mi.

De pronto, ella se retiró un poco hacia atrás y comenzó a despojarme de mi bañador, no sin alguna dificultad, dado lo mojado que estaba y, sobre todo, por lo empalmado que estaba. Y sin mediar más palabras o hechos, se puso en cuclillas y apoyando sus manos en mis muslos para equilibrarse, empezó a comerme la polla...

Joder... una corriente eléctrica de puto placer cortocircuitó mi mente y mi cuerpo. La presión de sus labios y el vaivén de su cabeza de adelante hacia atrás me estaban provocando una inmensa excitación.  Pero uno siempre quiere más... 

Desanudé el lazo de atrás de la parte de arriba de su bikini, que cayó al suelo. Los pezones erizados no dejaban lugar a dudas: ella también estaba tan o más excitada que yo...

Pero el contexto en el que se desataba nuestra pasión no era el más adecuado: jugaba en terreno ajeno, con el dueño y mi hermana a escasos metros... Así que teníamos que optimizar el poco y escaso espacio y tiempo disponibles...  

Metí mis manos bajos sus hombros y tiré de ella hacia arriba, para que se incorporase... Desanudé los lazos de la parte de abajo del bikini... y me acerqué otra vez a ella... 

Rodeando su cintura, conduje directamente una de mis manos a su sexo... Sentí el roce de su vello púbico... la humedad de sus labios... la dureza de su clítoris y la calidez de su vagina. 

Mi polla buscaba desesperadamente un acomodo en su curvilínea anatomía trasera, navegando, aguas arriba y abajo, por la hendidura entre sus nalgas, pero sin penetrarla... aún. 

Pero ella no estaba para estas exploraciones. Decidió que era mejor el pájaro en mano que ciento volando, lo que materializó agarrando con fuerza mi polla para tratar de llevarla hacia su coño. 

Pero yo tenía otros planes... 

Y mis planes pasaban por recuperar el dominio de mi polla para conducirla con mi mano izquierda, y sin paradas intermedias, hacia su ano.

Debo confesar que tiene un punto de delicioso morbo la sensación de tratar de introducirme en su cuerpo por donde no esperaba. 

Intenté ser todo lo delicado que se puede ser en tal brete. Mi glande empezó a horadar su culito, que poco a poco iba relajándose, y abriéndose. 

Al sentir como sus manos agitaban con vehemencia su clítoris, llevé mi mano hacia uno de sus pezones, apretándolo con fuerza. Gimió con cierta intensidad, lo que provocó en mi una señal de alarma, ya que podía despertar a los dormidos en el jardín. Aceleré mis acciones. 

De un empellón, intenté meter mi polla en las profundidades de su ano.... Pero estaba yendo demasiado deprisa para una operación que requería más estimulación y más lubricación. 

Hizo un segundo intento para introducir mi verga en su sexo, que impedí bruscamente. Se revolvió un poco, como si pretendiese evitar lo inevitable... y tras sujetarla con fuerza, empujé hacia adelante hasta sentir como su delicioso culo rodeaba mi nabo en toda su extensión. 

MMM.... que sensación más intensa sentir la estrechez de su culo apretando mi polla.. que placer sentir la mullidez de sus nalgas rozando mi pubis. Qué puto placer follarme a esa pantera dominando su fuerza... Qué morbo sentir que en cualquier momento podríamos ser descubiertos... 

Bombeé una y otra vez mi lujuria en su ano... enculándola... azotándola unas veces... apretando sus pezones otras... 

Y llegó el momento en el que la aceleración de su mano agitando y hasta diría que maltratando a su clítoris, los empellones cada vez más profundos y los pellizcos en sus pezones nos llevaron al éxtasis más intenso que había experimentado nunca.

Me corrí en su culo... en silencio... conteniendo la respiración todo lo que podía. 

Me eché hacia atrás... y pude ver como un borbotón de esperma afloraba por su ano. 

La besé en el cuello... y me enfundé apresuradamente el bañador... Ella hizo lo propio con su bikini rojo. 

Y justo antes de volver a entrar en el jardín, le susurré al oído: 

- Continuará...


La fotógrafa…

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 Juan se conserva estupendamente... y sigue sintiendo (y teniendo) una pasión juvenil por mi... Sé que me adora... y que le gusto... Lo noto en su mirada... en sus besos al despertarnos... en sus manos al acariciar mis nalgas cuando paso por delante de él... o en sus dedos traviesos buscando cualquier excusa para refugiarse en el cálido y húmedo abrigo de mi coño. 

Con el tiempo hemos ido perfeccionando nuestra pasión... hablando sin tapujos de nuestras preferencias... y de nuestros gustos...  Y cuando hemos podido, hemos ido experimentando y fantaseando con todo aquello que nuestra inagotable imaginación ponía encima de la mesa... o de la cama.

Y una fantasía recurrente para mi era la de grabarnos mientras follamos... Me encanta vernos en acción... Ver su cuerpo, musculado... y el mío, curvilíneo... impactando el uno en el otro... restregándonos lascivamente... o como dice la canción, frotándonos hasta sacarnos brillo...

Me gusta escuchar cómo aúlla de placer cuando le pajeo... cuando le chupo la polla mientras acaricio sus huevos... o cuando lo enloquezco al introducir mis dedos, y lo que se tercie, por su ano...

Me gusta escucharme cuando empotra su polla entre mis piernas... o cuando tira de mi pelo mientras me cabalga por detrás... Me pone zorrísima sentir esa mezcla de dolor y placer cuando horada mi culo sin contemplaciones... como si de un animal se tratase... Me encanta sentir como mi coño se convierte en gelatina cuando lo veo sobre mi, percutiendo su cuerpo contra el mío, mientras pelizca, mordisquea y escupe en mis pezones...  

Pero volvamos al asunto...

Al principio probamos con una sola cámara. Buscamos la mejor perspectiva apoyándola en la mesilla, o poniéndola en un trípode, o colgándola en el techo. Hasta llegamos a experimentar con una GoPro colocada en un palo selfie... o en un arnés sobre su pecho, e incluso con un elástico sobre su cabeza...


Pero ninguna de nuestras largas sesiones de sexo se registró enteramente a nuestro gusto. Unas veces porque nuestros cuerpos, piernas o brazos bloqueando justamente lo que más queríamos ver... otras porque no estábamos situados en el ángulo adecuado... o porque la claridad que se colaba por la ventana generaba un fastidioso contraluz que diluía nuestras siluetas... Además, no disponíamos de variedad en las tomas, faltándonos la adecuada combinación del detalle de los primeros planos y de la visión de conjunto de los planos generales. 

Sí... tenemos demasiadas limitaciones... y es hora de ponerles remedio.

Y pensando, pensando... reparé en nuestra amiga Hania, que si bien no es fotógrafa profesional, sí tiene mucha experiencia en grabaciones, ya que colabora habitualmente con uno de sus primos que dirige una empresa dedicada a tales asuntos.  

Sí... sería perfecto que ella nos grabase. Además, tengo bastante confianza con ella... ya que nos conocemos desde hace tiempo, y nuestras respectivas hijas son muy amigas y solemos ir mucho a su casa... y ella a la nuestra. 

Pero, ¿cómo se lo planteo? ¿cómo le digo: Hania, quiero que nos grabes a Juan y a mi follando? Joder... no es nada fácil crear una excusa o una ocasión para proponerlo. Además, lo más normal sería que ella se negase, o se escandalizase ante tal propuesta... Uff... no quiero ponerla en esa tesitura, ni quiero poner en peligro nuestra amistad... o la de nuestras hijas. 

Aunque, por otro lado, me da un morbo tremendo que nos vea desnudos... follando.

Me excita imaginarla filmando en primer plano mi coño húmedo siendo profanado, una y otra vez, por la polla de Juan. Supongo que al estar tan cerca, percibirá mi olor a hembra cachonda, emputecida por el deseo... Quizás repare en mi abultado clítoris... y se vea tentada a tocarlo, a acariciarlo... o a lamerlo... Joderrrr... cómo me pondría sentir su lengua jugueteando con mi clítoris mientras Juan me folla sin piedad...

Y ya puestos, quizás también Hania se ponga al ver de cerca la polla de Juan clavándose en mi coño... mientras tensa sus nalgas para empujar toda su hombría dentro de mi. La imagino colocándose detrás de Juan, para cambiar el plano... Sin duda se excitará al ver que con cada empellón, los huevos de Juan impactan en mi ano... Mmmm... Hania sujeta la cámara con una de sus manos y deja que la otra se deslice por la espalda de Juan, empapada de sudor. Sus dedos resbalan entre sus nalgas para acariciar sus huevos.... Joder... seguro que a Juan esto le pone cachondísimo... 

Sí... tenemos que buscar una ocasión y planteárselo... porque en estas cosas nunca se sabe...

Reforma completa…

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Rosana e Iván decidieron hacer la reforma del baño El contratista les aseguró que la finalizaría en 7 días laborales, así que tendrían la casa empantanada una semana completa y dos días de la siguiente. 

Para minimizar el trastorno, la programaron en la segunda quincena de Julio: Iván se quedaría en la primera semana, que es en la que más follón habría con el picado de paredes y suelo y la retirada de bañera, lavabo y resto de escombro, y Rosana se iría a la playa con los niños; en la segunda, intercambio de papeles.

Y así fue. Tras disfrutar de una semanita de playa, Rosana regresó a casa el domingo por la tarde. Cuando abrió la puerta y vio todo aquel desorden, polvo y suciedad, se alteró un poco. Respiró una, dos, tres veces y llamó a Iván. Empezó la conversación indicándole que el viaje había sido tranquilo, para terminar reprochándole que no hubiera hecho nada por limpiar aquel desaguisado. En fin... cosas de parejas.

A las 8:00 de la mañana siguiente, llamaron al timbre. Era el operario que iba a empezar su faena. Le sorprendió su juventud, sus rasgos suaves, su piel canela oscura... y su camiseta ajustada, marcando biceps y pectorales, probablemente muy trabajados en gimnasio. Le preguntó su nombre: 

- Santi, señora.

- Pareces bastante joven. ¿De dónde eres?

- Tengo 22 años y soy de Antioquia, Colombia.

- ¿Y qué es lo que vas a hacer hoy?

- Pues por la mañana, colocar el mueble del baño, el espejo, el radiadior toallero y la mampara. Por la tarde, vendrá mi hermano y recogeremos todo. Espero no molestarla.

- No te preocupes, Santi, es lo que hay. Estaré en el salón. Si necesitas agua o alguna cosa, avísame. 

Rosana se encerró en el salón, abrió el portátil y empezó a revisar asuntos y correos atrasados. Aunque podía trabajar con cierta normalidad, de vez en cuando, el ruido del taladro y del martillo de Santi la incomodaba y desconcentraba un poco. Viendo que no podía centrarse en el "negocio", prefirió dedicar lo que faltaba de la mañana al "ocio", tomando el sol en la terraza. Fue a cambiarse, y ya que el baño estaba de camino a su habitación, aprovechó el viaje para revisar el estado de la reforma. Santi estaba subido en la escalera, instalando la luz del techo. Con los dos brazos en alto para manipular el foco y el destornillador, quedaban al descubierto, entre la camiseta y el pantalón, sus marcados abdominales y oblícuos y un tatuaje que ponía "Carpe Diem", con un Sol que amanacía sobre el cinturón de sus bermudas. Joder... pensó... cómo está este tío... qué cuerpo... y qué abdominales... que nada tenían que ver con los que se escondían por debajo de la cada vez más oronda barriga de Iván.

Sus ojos se deslizaron bajo el tatuaje. Afloraba algo de vello púbico por encima de sus bermudas... deteniéndose más abajo, donde destacaba con insolente claridad su abultado paquete.

No fue pequeño su sobresalto cuando comprobó que Santi la había pillado curioseando en su masculina anatomía...

- Eh... si quieres agua o alguna cosa, ya sabes, pídemelo, dijo algo nerviosa al verse descubierta. 

- No dude que lo haré. Gracias, señora. respondió con cortesía, pero sin dejar de clavar sus oscuros ojos caribeños en los suyos.

Rosana, contuvo la respiración... y para evitar que la subida de tensión sexual causase males mayores, retomó el camino hacia su habitación.

Entró y cerró la puerta; exhaló el aire retenido y se miró al espejo. Estaba algo ruborizada y muy acalorada. La visión del musculado cuerpo de Santi y el momento de la pillada la habían excitado bastante... tanto como para haber empapado su coño... Joder, Rosana, a tu edad y que te pasen estas cosas, pensó. Pero lejos de sentir culpa o remordimiento, estaba exultante... feliz por notar ese cosquilleo electrizante en su vientre... y por sentir como brotaban de su mente un torrente de lascivos pensamientos sobre aquel muchacho, y sobre lo que podría ser capaz de hacer con ella.

Se quitó el vestido y las braguitas. Rebuscó en el cajón y encontró un bikini rojo. Extendió abundante crema solar por su piel... en las piernas, los muslos... el vientre y en el pecho. Hizo un ejercicio de contorsionista para aplicársela por la espalda.

Cuando acabó, se puso la parte de abajo. Se miró en el espejo, girando sobre si misma de un lado a otro, para tener una perspectiva de 360 grados. Se concedió un sobresaliente alto... que tras ajustar la braga del bikini dejando al descubierto sus nalgas, se convirtió en una matrícula de honor. Finalmente, se ajustó la parte de arriba, se cubrió con un blusón azul, muy vaporoso, y se dirigió al solarium de la terraza. Y aunque pasó apresuradamente por delante del baño, no pudo evitar mirar de soslayo a Santi, que seguía dando los últimos toques a la reforma. 

Aliviada creyendo que había pasado desapercibida... entró en el solarium, colocó la tumbona, se despojó de la blusa y se puso las gafas. Justo antes de tumbarse, se quitó la parte de arriba del bikini para mantener el bronceado adquirido en la playa la semana anterior... 

Conectó los cascos, puso su playlist favorita de Spotify y cerró los ojos… 

Quería relajarse… pero en su mente estaba presente la imagen de Santi… y de sus abdominales… de su vello púbico… y de su tatuaje: Carpe Diem… Demasiada excitación concentrada…

Así que para aliviar tanta tensión, comenzó a acariciarse… presionando por encima del bikini el clítoris y acarciándose el pezón de la teta izquierda… Joder… estaba muy, muy caliente… dispuesta a todo… 

De pronto escuchó un ruido que venía del cuarto de baño… Rápidamente dejó de masturbarse… y miró hacia el interior. Se puso la parte de arriba del bikini, se cubrió con el blusón y entró en el salón. Desde allí preguntó:

- Santi, ¿va todo bien?

- Sí, no se preocupe.

Su respuesta la tranquilizó… así que volvió a la tumbona… Y con una mezcla de excitación y modorra… se durmió.



Por escrito…

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No tengo prisa… 

He aprendido, 

por experiencia

a dominar la impaciencia.

Asumo la realidad 

tal cual es…

Con todo, no cierro puertas 

ni ventanas…

Ya sabes donde estoy…

Y si alguna vez, 

tras pensarlo, 

lo tienes más claro…

para evitar embrollos

y malos entendidos

déjamelo por escrito

muy clarito...

(y en cuanto lo vea,

y te vea,

te follo…)


Mucho más que un café…

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Quedamos en un café… 

Pedí un cortado… 

me senté al fondo 

y te esperé.

Poca gente… un par de parejas… 

La primera, cuarenta y pocos;

setenta y muchos, la segunda.

Por fin llegaste… 

Pediste un café con leche… 

y te sentaste enfrente de mi…

Nos miramos… en silencio… 

mientras, al unísono, removíamos el café…

La suave música de fondo 

nos proporcionaba una confortable intimidad 

Podríamos haber hablado, 

pero las miradas lo decían todo 

Y es que era mucho más que música 

lo que flotaba en el ambiente…

Y es que tus susurros y besos

siguen rodando mi mente. 

Y por más que luche por evitarte y olvidarte

el enemigo es demasiado fuerte…

y siempre me tienta, 

me provoca, me reta…

Por eso, ahora, con la excusa del café,

me obliga a recordarte, 

por si lo habías olvidado,

que, como antes 

y como nunca, 

aún te deseo…

Noli me tangere

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 - ¿Puedo tocarte?

Me sorprendió recibir su WhatsApp ayer, a medianoche. Sobre todo porque, tras nuestra conversación del viernes por la tarde, creía haberla persuadido de que no correspondería a sus sentimientos hacia mi. 

- ¿Qué?, pregunté pensando que podía tratarse de un error del autocorrector del teclado.

- ¿Que si me dejas que te toque?

Alice, en su país de las maravillas, persistía volviendo a desconcertarme con una pregunta a bocajarro.

Mi primer pensamiento fue responderle diciéndole que era muy tarde y que debería descansar, metiéndose en cama con su marido que, by the way, y para complicar aún más las cosas, es compañero de trabajo. Así que tenemos combo x2 de polla y olla.

Pero anoche tenía pocas ganas de dormir y muchas de jugar, así que tiré del hilo…

- ¿Para qué quieres tocarme?

- Lo necesito… no sería nada sexual.

No sería nada sexual… es como la venda antes de la herida. 

Pero yo ya soy muy viejo para creerme estos trucos Jedi baratos. 

Sí, sería algo sexual, como sexual fue cuando, al concluir nuestra jornada vespertina de paseo por la montaña, su culo se acomodó entre mis piernas mientras estaba sentado en el murete del embalse de La Barranca. 

Todo en ella es sexual, aunque pretenda disimularlo diciendo que se trata una “amistad+”. Y es que en todos los años de mi vida no he visto un solo caso de amistad hombre-mujer que no albergue una componente sexual. 

Quizás esté equivocado, pero mi experiencia me dice que si un hombre es hombre y una mujer es mujer, siempre habrá entre ellos una cierta tensión sexual instintiva, natural e inevitable. Otra cosa es que la madurez y la educación nos permitan mantener controlado el impulso. Pero por mucho que lo dominemos, siempre, siempre, siempre estará ahí… y en ambas partes.

Y como no quiero encender un fuego que pueda quemarme, tuve que ser tajante.

- No, noli me tangere

- ¿No te atreves?

- No es posible lo que quieres. Ya te dije que tendrías que aprender a mantener controladas tus emociones y sentimientos dentro del perímetro de espacio y tiempo que puedo darte. Y tus mensajes de esta noche, sólo unas pocas horas después de que me hubieses asegurado que no ibas a contactar conmigo en una temporada, demuestran que todavía no eres capaz.

Tras escribir esas palabras tuve la sensación de haber sido muy duro con ella, pero su cabeza era más dura aún…

- ¿Y si fuésemos a la Roca?

Joder, le había comentado muy de pasada que al final del bosque, río arriba, había una Roca desde la que podía contemplarse el valle y el embalse y en la que podías tomar el Sol desnudo, lejos de miradas indiscretas. Pero se ve que ella no pasaba por alto ningún detalle (si exceptuamos mis reiterados noes a sus pretensiones)… 

 - Ya veremos, dijo un ciego. Ya veremos…

Y ahí estamos… pensando en si merecerá la pena, o no, entrar en la madriguera del conejo… de Alice

Alas y raíces…

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Estoy roto y cansado... 

Creía saber volar, 

pero la cruda realidad 

me ha demostrado 

que no tengo alas... 

 

Sólo estaba cayendo… 

en caída libre… 

por un precipicio…

 

Y ha sido el golpe 

contra el fondo del abismo

lo que me ha despertado del sueño… 


Ahora veo que no tenía rumbo, 

ni un objetivo que perseguir, 

ni un camino que recorrer… 

 

Ni tan siquiera, tengo un refugio 

en el que sentirme seguro…

y al que volver

cuando todo esto acabe…

Si me quieres...


Me apeteces...

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Hoy no estoy para rodeos, ni indirectas...

Hoy no hay pasado... ni futuro...

sólo el aquí... y el ahora.

 

Confieso que desde hace mucho...

me lleva rondando en la cabeza

la idea, la nada inocente idea...

de volver a tentarte, 

de seducirte...

de camelarte...

 

Porque me gustas... me atraes...

me apeteces, me incitas... me excitas...

me enciendes, me desquicias, me dominas

y me vuelves muy muy loco, joía...

 

No puedo detener esta fuerza... esta energía

que me incendia cada vez que pienso en ti...

que te imagino... o que te veo,

que te miro... que te siento...

 

Así que basta ya de tanta tontería...

pongamos fin a este año de sequía...

y con premeditación y mucha alevosía

vayamos al grano... y metámonos mucha mano.

Sí a todo...

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Seamos positivos… 

Pasemos por alto los inconvenientes… 

No pondré ningún pero... 

ni ningún problema… 

Así que sí a todo… lo que quieras.

Las gafas rojas de la biología…

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Es algo instintivo, irracional… 

Cuando se desencadena, no puedes controlarla, ni dominarla… 

Inútil es el intento de enmascararla o disimularla… 

Por más que pretendas convencerte de que sólo puede ser consecuencia de nobles sentimientos, 

la realidad es que está codificada en lo más profundo de tus genes... 

Por eso no está sujeta a reglas o normas, ni se somete a las ataduras de una moral absurda…

No la temas… es natural… 

En realidad, es la fuerza más pura de la naturaleza humana… 

La que nos empuja a vivir, a seguir, a sentir, a luchar…

Cuando te pongas las gafas rojas de la biología, lo entenderás todo…

Cortamos...

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No parece que tengamos mucho futuro...

Ni presente...

 

Creo que llegados a este punto,

lo mejor sería cortar... 

 

Pero ya sabes que en cuanto veo las tijeras...

no pienso en otra cosa 

sino en cortarte la ropa.

Dímelo…

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El amor es así… directo
Y cuando menos te lo esperas
dispara a bocajarro
Pam, Pam… 
(Ya estás muerto.)

Así que dímelo, 
sin rodeos 
ni paños calientes. 
Mirando a la cara… 
de frente…
Que pueda verte
y mirarte;
que pueda olerte…
y sentirte… 
muy cerca…
Otra vez…
Una sola vez más…
Y si no,
nos vamos a la mierda.

Miss you...

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Hey, it’s me. 

I know we haven’t spoken in a while.

Things are still weird. 

I just wanna to let you know that I miss you, 

and I’ve been thinking about you a lot. 

Do you think about me?

La hora...

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Bajé a la playa sola. Javi se quedó en casa teletrabajando. Instalé la sombrilla cerca de la orilla, coloqué el cesto a la sombra, sobre las chanclas, y abrí la hamaca. Me quité el pareo y apliqué algo crema protectora sobre mi piel. Ya estaba lista...

El mar estaba tranquilo... bandera verde... Poco a poco fui caminando hacia adentro, sintiendo el suave embate de las olas, empapando mi piel... Me sumergí... y me dejé llevar... La sensación era de absoluta serenidad, calma, placidez, no worries... 

Me puse de espaldas, abriendo los brazos, dejando mi cuerpo al pairo, sintiendo como era mecido por las olas... Podría haber estado así horas... 

El chapoteo de unos chicos puso fin a la tregua... Me puse de pie y empecé a caminar hacia la orilla. Eché mi cabeza hacia atrás, y me incorporé, para dejar mi pelo medianamente peinado y ordenado. 

Regresé al campamento base. Tomé una toalla del cesto y me sequé... Cogí la crema facial, y dibujé unas finas rayas sobre la frente y pómulos, que luego deshice extendiéndola por mi cara. Para el resto del cuerpo, factor 50: sobre los hombros, en el escote, el vientre, mis muslos, piernas y tobillos. 

Convenientemente protegida, me puse el sombrero, las gafas, los airpods... y me dejé caer sobre la hamaquita. Estaba en la gloria... 

De pronto, sentí una vibración en la muñeca... Era un mensaje de Javi en el que me decía que sus quehaceres le iban a llevar más tiempo y que no le esperase. Quizás egoístamente, sentí un poco de alivio al saber que esa mañana era para mi, que estaría sola... y libre.

Puse mi lista de favoritos de Spotify... cerré los ojos... y desconecté.

No sé si fueron segundos, minutos u horas... pero una increíble sensación de estar flotando, como si fuese vapor de agua, sin sentir las ataduras y límites del cuerpo, me embargó. 

De repente, escuché un "disculpe, sería tan amable de decirme la hora"...

Ladeé mi cabeza, y, mirando por encima de las gafas, busqué el origen de mi tal petición. Era un hombre, relativamente maduro, que estaba en cuclillas a mi lado... con las rodillas algo separadas, como si fuese un futbolista. De hecho tenía cuerpo de futbolista. Piernas fuertes, robustas, depiladas, bañador ajustado, como los de antes, un vientre relativamente plano, marcados pectorales, y unos brazos definidos y, sorprendentemente para lo que es habitual en estos tiempos, carentes de tatuajes.

- Sí claro, es la una menos cuarto.

Me respondió con una sonrisa y un "muchas gracias", que me supo a poco. Se incorporó y se dirigió unos pasos hacia atrás, donde también tenía una silla junto a quién intuía que era su mujer, que parecía muy concentrada leyendo algo en un kindle. 

No sé si fue su presencia, su sonrisa, su cuerpo o el calor de aquella mañana, pero mi mente y mi cuerpo empezaron a ser invadidos por una malsana curiosidad, por una fuerza perturbadora que hace volar a la imaginación, y que no entiende de límites, de barreras o tabúes...

Tranquila, Sonia, sólo te ha preguntado la hora... No hay nada más... Te has dejado llevar por el calor del momento... por pasajeras y calenturientas fantasías playeras que se desvanecerán en cuanto regreses a casa. Además, está ahí, con su mujer, ajeno a tus libidinosos pensamientos, queriendo saber la hora para ir a ver las Olimpiadas en la tele.

Intenté buscar otra vez la serenidad... la calma... la paz... así que me tumbé, cerré mis ojos e intenté dejarme llevar por la música de mis airpods... 

Pero no... no podía quitarme de la cabeza a ese tipo... así que lo busqué con la mirada... y lo encontré... pero él también a mi. Estaba allí, con su pareja, escribiendo o dibujando algo en un cuaderno... Me asustó sentirme descubierta... pero también me excitó. Y mucho... 

Pude sentir una corriente de húmedo placer intenso entre mis piernas empapando mi bikini... Oh, Dios... mi deseo se desbordaba... y quería ser saciado allí mismo.

Como me estaba poniendo malísima...  decidí poner fin a la sesión de playa y regresar a casa... para darme una duchita refrescante que apaciguara el volcán que brotaba de mi coño... Me incorporé, me puse el pareo, guardé la sombrilla, plegué la hamaca y me calcé las sandalias. Aunque podía haber salido por otro lado, lo hice pasando al lado del causante de mis "males"... Al pasar, sentí su mirada... su sonrisa... y un turbador: "nos vemos"... al que respondí, nerviosa, con un apenas perceptible "claro"... 
 
Y cuando pensaba que nuestra transacción verbal había terminado, arrancó la hoja del cuaderno y me la dio. Me había dibujado en ese papel, tumbada sobre la arena, ajustándome el sombrero... pero desnuda, sin bikini...  Sonreí algo agitada y excitada y al verme así... le di las gracias... y me marché.
 
Llegué a casa, saludé a Javi y, clandestinamente, volví a mirar el dibujo: aquellos trazos a bolígrafo dibujaban mi silueta, tumbada, y desnuda... pero había algo más que, con la excitación del momento, no había visto: una M y un número de teléfono...





Aprender a olvidar...

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¿Podré componer una canción... 

o una melodía... o unos simples acordes 

que no hayas escuchado antes?

¿Seré capaz de escribir un texto... una frase... 

o unas simples palabras que puedan volver a llegarte al corazón?

Creo que ya no... Debo aceptar la realidad...

Confiaba en que olvidases... y que del olvido llegase el perdón.

Pero para olvidar hay que aprender a olvidar...

El momento (carpe diem)

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Lo tengo... Lo estoy sintiendo. 

Sí, está aquí... entre mis dedos... 

 

Es un instante, un momento… 

sin un antes ni un después. 

Así que voy a vivirlo, carpe diem,

porque el futuro es incierto

y la vida puede ser dulce y amable

pero también despiadada y cruel…


Cerraré mis ojos 

y abriré mi corazón... 

… y esperaré.

Esperaré a que sople el viento 

que mueve los sentimientos…

y lleve los míos muy lejos…

allí donde creo que aún está 

el cálido refugio de tus besos.

Terapia integral..

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Al final, he tenido que ir a terapia… 

Algo me estaba fallando en la cabeza…

Una tuerca que no sabía que estaba suelta..

No es nada grave… seguro que se arregla.

Son ya varias sesiones, y empiezo a sentirme mejor. 

Es como si esas preguntas que me formula el desdichado psiquiatra que me atiende estimulasen mi capacidad de introspección y de indagar en los motivos por los que mi mente actúa en contra de mis deseos, boicoteando activamente su consecución. 

Me dice que quizás es la pulsión de muerte sugerida por Freud o que poseo un muy crítico superyó, los que están saboteando mis deseos… los que reprimen mi inconsciente… los que conspiran para crearme la necesidad de cumplir con absurdas normas morales autoimpuestas. 

Cree que no está todo perdido, que aún tengo solución. 

Me ha prescrito quedar contigo, verte, charlar, tomar una cerveza, sin gluten, y dar un paseo por el bosque, o por la playa, al atardecer, caminando a tu lado, pero retrasándome ligeramente, por los efectos secundarios de deleitarme con el vaivén de tus caderas… y de gozar con con la agradable sensación de comprobar en el brillo de las estrellas de tus ojos la certeza de tenías de que lo estaba haciendo… 

Soy predecible… ya lo sabes. 

Pero no basta con eso... es necesario más. 

La terapia incluye un innovadora combinación de acciones sobre nuestras mentes y almas… pero también sobre nuestros cuerpos… 

Orandum est ut sit mens sana in corpore sano, qui spatium vitae extremum inter munera ponat naturae… 

Será necesario que recorramos sus contornos, que nos detengamos en sus extremos, en sus curvas, en sus valles, cartografiando detenidamente cada uno de los pliegues y resortes que activan el éxtasis metafísico, sin principio ni final, en el que se subliman los deseos.

Es por mi salud… y por la tuya. Debemos hacerlo. Tres veces al día, cada 8 horas. 

Una rendija…

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La puerta. Testigo de lo que fuimos.  
Tras el umbral, tu sonrisa… y la mía. 
Y el deseo que nos devoraba, nos consumía.  

¿Llamar? Lo he intentado… no hay respuesta. 

Pero aunque el tiempo castiga, 
sigo pensando que hay una rendija… 
Y quizás mañana se vuelva a abrir.

Pandemia carnal…

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Imagina un mundo golpeado por una nueva pandemia, una que no respeta fronteras, mascarillas ni promesas de vacunas. Unos científicos filipinos, tras años de investigación desesperada, arrojan una bomba al mundo: la única inmunidad posible requiere tener relaciones sexuales. Pero no es tan simple. No basta con el amor conocido, con la pareja de siempre; el cuerpo, astuto y acostumbrado, rechaza esa rutina como insuficiente. La clave está en la novedad: cada encuentro debe ser con alguien diferente, una pareja nueva que despierte al sistema inmune y lo mantenga en guardia. Consentimiento obligatorio, claro, pero si fallas un día, si no encuentras a alguien o no cumples el requisito, no hay piedad: cuarentena estricta, aislamiento total. 

El orden mundial se tambalearía. Las ciudades se convertirían en hervideros de deseo y caos, las relaciones humanas se redefinirían en un torbellino de necesidad y pragmatismo. La moral tradicional se hace añicos; la fidelidad, el "hasta que la muerte nos separe" se convierten en un lujo obsoleto, un recuerdo de tiempos más simples. Los prejuicios se deshacen como papel mojado: el vecino que nunca miraste, la persona que juraste evitar, de repente podrían ser tu salvación. Y al revés, quienes te despreciaban podrían buscarte con ojos nuevos.

El poder cambia de manos. Los carismáticos, los audaces, los que saben navegar este nuevo mundo de carne y confianza, ascienden. Los gobiernos intentan regularlo, pero ¿cómo controlas algo tan primal? Aparecen mercados clandestinos de "parejas verificadas", aplicaciones que te emparejan según compatibilidad inmunológica, y hasta cultos que veneran el acto como un ritual sagrado. Las calles vibran con una mezcla de tensión, liberación y peligro.

Y en medio de este torbellino pandémico, un intruso inesperado, un efecto secundario: el amor. Oh… siempre está ahí, oculto, agazapado… Para evitarlo, intentas actuar con pragmatismo frío, casi como un trámite. Con la vecina, por ejemplo, esa mujer que siempre te saluda con un gesto seco mientras riega sus plantas. No es tu tipo, no te mueve nada, pero está cerca, es conveniente, y ella también necesita cumplir el requisito. Así que lo haces: un acuerdo tácito, mecánico, robótico. "Por sobrevivir", te dices, mientras intentas no mirarla demasiado a los ojos. Pero entonces, en medio de esos encuentros supuestamente fríos, algo pasa. Una risa torpe, un roce que no esperabas, una confesión casual mientras se visten rápido para volver a sus vidas. Y de pronto, mierda, sientes algo. ¿Enamorarte? ¡Vaya putada! Justo cuando intentabas mantenerlo todo en piloto automático, tu corazón traicionero decide meterse en el juego. Ahora cada encuentro es un tira y afloja entre la necesidad de inmunidad y el deseo de que ella te mire como algo más que un medio para un fin.

O imagina el otro lado: te ofreces a "ayudar" a alguien que sí te tienta desde hace tiempo. Digamos, esa amiga de un amigo, la que siempre te pareció inalcanzable, con esa sonrisa que te desarma. Ella te pide el favor, nerviosa, y tú aceptas, diciéndote que es altruismo, que solo es por la pandemia. Pero en el fondo, sabes que no es solo eso. El primer encuentro te incendia por dentro, y aunque debería ser solo un trámite, un acto de supervivencia, te pillas fantaseando con que no acabe ahí. ¿Y si ella también siente algo? ¿Y si este mundo loco te da la excusa para acercarte a lo que siempre quisiste? Pero luego está el riesgo: mañana, ella estará con otro, y tú también, porque así son las reglas. El amor, en este caso, es una tentación peligrosa, un lujo que te puede romper.

Y luego está el dilema que te quema por dentro: ¿qué pasa con tu pareja? La persona con la que compartías todo antes de que el mundo se volviera loco. Ahora, cada día, otro tiene que inmunizarla. ¿Cómo lo aceptas? Al principio, intentas racionalizarlo: es por su vida, por la tuya, por los dos. Pero la imagen se cuela en tu cabeza: alguien más tocándola, alguien más siendo su salvación. Una tarde, el vecino cruza el umbral de tu casa, con esa sonrisa nerviosa que dice que sabe lo que viene. ¿Qué haces? ¿Te quedas, fingiendo leer un libro mientras el ruido del dormitorio te atraviesa? ¿Te vas, dando un portazo para no imaginarlo? ¿O miras furtivamente por la rendija de la puerta, atrapado entre el rechazo y una curiosidad que no confesas?


Peor aún: tu mujer, que nunca fue muy sexual, que siempre parecía cumplir contigo por rutina, se transforma con él. Lo oyes, lo ves: se apasiona, le hace cosas que contigo ni soñó, movimientos y gemidos que no sabías que llevaba dentro. ¿Lo resistirías? ¿Podrías mirarla después sin que te carcoma la rabia o la impotencia? 

Algunos dicen que no quieren saber, que prefieren fingir que no pasa. Otros sienten un morbo extraño, una curiosidad enferma. ¿Y si lo vieras? ¿Y si, contra todo pronóstico, ese pensamiento te engancha, te excita incluso, y te descubres atrapado entre el asco y el deseo? La pandemia no solo rompe cuerpos; destroza lo que queda de tus certezas.

El amor, el morbo y la supervivencia se enredan en un caos imposible. La vecina que no te atraía te atrapa con su vulnerabilidad. Esa persona que deseabas te tienta aún más. Y tu pareja, entre celos y pasiones nuevas, te empuja a decidir: ¿te dejas llevar o luchas por no sentir nada en este mundo roto?

¿Qué harías tú? ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar?

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